Nadie dijo que fuera fácil, pero Guadalupe y Javier son buen ejemplo de que la custodia compartida, apoyada recientemente por el Parlamento Vasco y el Ayuntamiento de Bilbao, es la mejor opción
Arantza Rodríguez - Domingo, 12 de Diciembre de 2010 - Actualizado a las 08:33h.
Javier Gómez del Campo Ingeniero de caminos y padre de una niña
Bilbao
Hace ya cuatro años que salió del domicilio familiar por el bien de sus hijas y no se arrepiente. "Al principio nadie entendía por qué era yo la que había renunciado a quedarme con la casa y con las crías. A todos les extrañó muchísimo. Incluso mi familia me dijo que por qué había cedido". Pero a Guadalupe Úcar, que acordó con su expareja ejercer la guarda y custodia compartida de las niñas, el tiempo le ha dado la razón. "Al ver lo bien que están, la gente empieza a cambiar de opinión. Yo he visto un beneficio claro en ellas y por eso estoy en esta lucha", afirma.
Convertida en un "referente", solo su hija de doce años tiene algo que objetar al buen entendimiento entre sus padres. "Una vez estábamos discutiendo y, como preadolescente que es, me dijo: Qué mala suerte he tenido. Podíais haberos divorciado como el resto, que se llevan fatal, y así cuando tú me castigas, papá no se enteraría. Me entró la risa. Le dije: Vaya mala suerte, hija. Podías tener un padre divorciado que sólo te viera cada quince días y te dijera: ¿Qué quieres, una Nintendo, una Wii, una Play Station, un viaje a Eurodisney? Pues en tu familia estas cosas no pasan".
Aunque su hija aún no alcance a entenderlo, Guadalupe batalla para que la custodia compartida se establezca como modelo preferente tras una separación o divorcio por entender que puede ser la figura más adecuada para los intereses del menor. Una propuesta que en las últimas semanas ha recibido el respaldo del Parlamento Vasco y el Ayuntamiento de Bilbao. "Ahora si hay acuerdo, puedes conseguir la custodia compartida, pero si no hay acuerdo, se queda la mujer con los hijos y se acabó. Hay que promoverla. Muchas administraciones lo están reclamando y la ley cambiará, como ha cambiado en Francia o en Italia", confía Javier Gómez del Campo, otro padre que ejerce de tal.
Guadalupe Úcar > dos hijas
"Tienes que ceder y priorizar el bien de tus hijos al personal"
Conviven con su madre en una casa de día y cenan y duermen en otra con su padre. Los fines de semana se alternan. Esta es la rutina de las hijas de Guadalupe, una asesora publicitaria que ahora recoge los frutos de su sacrificio. "Tienes que ceder y priorizar el bien de tus hijos al personal. Al principio fue duro porque tuve que salir de casa y buscar dónde vivir, pero luego encontré un sitio agradable y las niñas se adaptaron desde el primer día. Dijeron: Donde esté mi madre feliz, nosotras también lo estamos. El problema está más en la cabeza de los adultos que en la de los niños".
Lo mismo que comparten todos los gastos de sus hijas a partes iguales, también las decisiones. "Cuando tengo un problema, no sufro por ser una madre que está todo el día con las niñas y solo tiene un padre visitador. Lo hablamos y llegamos a un acuerdo tanto de castigos, como de recompensas", señala. Poder contar con el apoyo de su exmarido cuando ella está fuera por motivos de trabajo también es un alivio. "Sé que están con la mejor persona que pueden estar. No creo que haya nadie en este mundo que quiera más a mis hijas que su padre. Eso me proporciona tranquilidad como mujer y como madre y me ha permitido buscar un trabajo, salir adelante como cualquier persona que tiene 40 años", admite.
Para el hombre, dice, la guardia y custodia también resulta ventajosa. "Si a un padre que quiere seguir siéndolo no le dejamos ejercer, estamos negando algo que los niños necesitan y los padres también. Vamos a ser coherentes. Si éramos buenos padres casados, ¿por qué no lo vamos a poder seguir siendo divorciados? Si pedimos igualdad, vamos a ser iguales en la educación y crianza de los hijos también", reivindica esta vecina de Lizarra.
Consciente de que hay mujeres que, con la complicidad de la actual ley, se aferran a sus hijos, Guadalupe les lanza una advertencia. "La custodia monoparental es un bombón envenenado para una mujer porque te limita profesionalmente. Si cuentas con ayuda familiar, estupendo, pero ¿y si no? ¿Tienes que reducir tu jornada laboral a cuatro horas?". Además, les avisa, el paso del tiempo puede jugar en su contra. "Llegarás a los 52 años, tus hijos se irán a la Universidad, tu ex ya no te pasará la pensión, no has podido trabajar más que cuatro horitas y la casa en la que has vivido siempre hay que liquidarla. Con 52 o 55 años te encuentras en la calle. No te dé rabia cuando veas que tu ex ha rehecho su vida y se ha buscado otra mujer y tiene otra casa. Deja que tus hijos convivan con los dos, que los dos seáis responsables y los saquéis adelante", les aconseja.
Llegar a acuerdos en plena hostilidad es complicado y Guadalupe no quiere llamar a engaño. "Que no se equivoque nadie, que esto no es Los mundos de Yupi. Discutir con alguien del que te estás divorciando no es fácil, pero pensar que la custodia compartida sólo se puede dar cuando los padres se llevan bien es una estupidez. Cuando se llevan bien no hace falta ninguna ley. A mí no me hizo falta", zanja.
Javier Gómez del Campo > una hija
"Cuando regaño a mi hija, dice: "Me voy a casa de mi madre""
Su hija tenía diez meses cuando Javier Gómez del Campo se separó. "Eran aquellos años en los que la custodia se daba automáticamente a la madre, a no ser que fuera una delincuente o una drogadicta. No, no es el caso, decía yo. Mi exmujer es una buena madre, una buena mujer y nada, no había forma", recuerda. Pero no se dio por vencido. "Al de año y pico leo en internet que en otros países hay custodia compartida y digo: Esto es lo mejor para nuestra hija". Desde entonces, no paró de luchar hasta que lo consiguió. "Al final entramos en un proceso de mediación y decidimos que estuviera una semana con cada uno. Dejó de haber una pensión de alimentos y los gastos comunes de colegio, medicinas o extraescolares los pagamos a medias", explica.
Ahora que su hija tiene ya nueve años, Javier está recuperando el tiempo perdido. "Todos estos últimos años de lo que hacía o dejaba de hacer la niña, de actividades extraescolares o de médicos, yo me enteraba de la mitad. Ahora nos juntamos y hablamos: ¿Qué te parece si va a clase de yoga o de piano?", pone como ejemplo este madrileño de 43 años afincado en Donostia.
Ingeniero de profesión, Javier también ha tenido ocasión de darse cuenta en este tiempo de lo complicado que resulta conciliar la vida familiar y laboral. "Es una locura, tienes que ir corriendo a todos los sitios", dice, pero sarna con gusto no pica. "Pasas de ser un proveedor de dinero y padre de fines de semana y vacaciones a una convivencia diaria, donde conoces sus problemas de que ha discutido con una amiga, está nerviosa o enferma. El otro día llegué a casa y estuvimos haciendo juegos de magia. La forma de vida es completamente distinta. Es ejercer de padre, lo que estos años no he hecho", lamenta.
Convencido de que convivir con ambos progenitores es lo mejor para su hija -"es una niña feliz y el año pasado le felicitaron las profesoras porque había hecho un curso muy bueno"-, Javier reconoce que a veces la niña se aprovecha de la situación. "Cuando la regaño, me dice: Pues me voy a casa de mi madre. Te busca esas tretas".
Partidario de que la ley promueva que los padres lleguen a acuerdos con una mediación, argumenta por qué es más efectivo. "Si tú decides algo con tu exmujer te haces responsable de eso. Cuando te lo pone un juez te rebelas y no estás de acuerdo. Estar pagando un dinero y no saber en qué se usa no hace mucha gracia. Es otra mentalidad que te obliga a llegar a acuerdos".
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